The best friends

Pidió bravas y ensaladilla rusa en uno de esos miles de bares que no habían cambiado absurdamente el nombre a la receta y sabiendo que iba a gozar mínimamente de esas tapas porque sus amigas se empeñarían en que probase otras cosas, lo hacían con la mejor de las intenciones, un tópico más que añadir a la carpeta de riesgos sociológicos del vegetarianismo; no se lo tendría en cuenta, estaba demasiado emocionada con el reencuentro, comería cualquier cosa, pero tampoco era necesario que el camarero le plantara a escasos milímetros de su plato la ración de morro.

Mayoritariamente se aprobó sangría así que cogorza asegurada, pensó.

Cómo se alegraban de volver a verse. El tiempo las había embellecido y dotado de sabidurías nuevas; la mayoría habían sido madres, pero aquella noche, en los relatos no era necesario expresar su amor por las crianzas en primer término. Bromeaban con la edad a cada momento; se conocían desde hacía décadas, varias décadas, alguna desde el colegio. No todas habían ido al mismo colegio público por vivir en diferentes zonas del pueblo y eso no había supuesto ningún trauma ni había impedido que acabaran conociéndose y sellado su amistad inmisericordemente. Mujeres y rojas,

Vivían, construían sus vidas sabiéndose amigas en el tiempo y en la distancia (tampoco tanto tiempo ni tampoco tanta distancia) lo que no impedía alegrarse como cronopios cada vez que había fecha de quedada mayoritaria.

Tenían n nombre de grupo y había división de opiniones al respecto de en qué momento lo adoptaron como propio, estaba claro de dónde había salido el germen y también quién podía ser del grupo y quién no. Bastaba que una dijera que no a algo o a alguien para que aquello se asumiese sin discusión ninguna como inmutable.

La sesión gastronómica se alargó hasta la exasperación de los dueños del negocio y tuvieron que buscar un lugar donde tomar una copa – Pero rápido, cerrar pronto-

Cuando ya se les estaban agotando los recursos, una de las más avezadas acabó por resolver la situación: unos cubatas para llevar al parque de al lado.

 

*Pausa para la comida de la que escribe, había pensado en aprovechar el alioli de aguacate sobrante del almuerzo y hacerse unas patatas fritas cuando sin saber cómo había puesto agua a hervir- macarrones con champiñones entonces- Sí, vamos algo rápido que nos van a dar las uvas.

 

Todas habían experimentado el dolor de la pérdida de algún ser querido, algunas de una manera más reciente que otras, así que, ya se sabe, es una forma más de hermanamiento humano.

Se habían hecho unos regalitos muy motivos, otros quedarían pendientes. Se habían emplazado para un próximo reencuentro, no se sabe si en forma de paella en casa de alguna o directamente acampando bajo la Torre Eiffel.

Ninguna quería irse, pero los vecinos empezaban a protestar y el fresco en el rostro de agosto acabó por decidirlas, se fueron disolviendo de a grupitos hacia el punto cardinal más conveniente,

Ninguna quería irse, como ninguna quería acabar este textito.


Fotografía colectiva



Comentaris

  1. Lo has descrito tan bien que creo que estuve con vosotras esa noche

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    1. No sabes cómo me alegra leer esto. Ojalá hubiera sido así para redondear la noche :))

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