Eternamente Yolanda

 

Al entierro de mi primo Sergio vino Yolanda León; vino mucha gente, amig@s del instituto y de la vida, pero Yolanda había vivido con nosotr@s nuestra más tierna infancia en brazos de la Educación General Básica y habíamos sido compañer@s desde párvulos hasta las cercanías de la Secundaria.

Yolanda era la que nos enseñaba a cantar en las primeras excursiones a la fábrica de yogures Danone en un polígono de Valencia, Ay picoleto, picoleto hijo de puta, y otras más igual de irreverentes en el trayecto que nos brindaba el autobús.

También fue la que en el mes de Mayo, mes de María que madre nuestra es y a la que había que llevar flores en el altarcito que teníamos en clase, trajo un cactus que con el florecer de la primavera fue creciendo y adquiriendo unas determinadas proporciones que no reproduciré aquí.

En el entierro me habló de una acampada y me preguntó ¿Te acuerdas? Yo no me acordaba pero dije que sí porque no tenía ganas de llevarle la contraria; y más que dudar de mi memoria, dudé de sus facultades, le había perdido la pista desde hacía mucho tiempo y no conocía la suma de sus tangos.

A mi lado estaba mi entonces pareja, o mejor dicho yo estaba a su lado mientras él leía el periódico a una prudencial distancia del recinto donde descansaba mi primo Sergio. Yo había llevado un enorme ramo de flores en nombre de tod@s l@s prim@s y sobrin@s y lo había acompañado con una foto suya en la que estaba literalmente rodeado por tod@s l@s chiquill@s.

Mientras Yolanda atacaba con fuerza mi tío llegó repartiendo unos folios impresos que mi hermano había escrito desde Bélgica y que hablaban de nuestra infancia con ternura, dolor y rabia.

Ocurrieron muchas más cosas: el extraño portavoz del tanatorio se vió impelido a hacer referencia a Cristo (mi primo Sergio era un firme partidario de la apostasía) y eso tuvimos que comérnoslo con patatas como todo lo referente a la santa madre iglesia.

Lo demás cosas prácticas de organización y despedida.

Al llegar a Valencia le propuse a mi entonces pareja ir a comer y beber algo a un modesto bar del barrio, no sé qué pedimos, creo que patatas. Al llegar a casa me advirtió:

-Nos estamos gastando mucho en bares-

Hacía exactamente dos días que se había levantado el confinamiento.

En cuanto pude recuperarme de la pérdida recogí mis cosas y me mudé, pero fue en ese momento en que sentí profundamente la náusea.

Yolanda ¿dónde estás?




Fotografía: Pippi Langstrump ( Archivo web)




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