No, no me arrepiento de nada
Se me empiezan a olvidar las cosas, los
pensamientos, las acciones.
Tengo cuarenta y nueve años y no soy
capaz de recordar para qué he venido al escritorio; hago muchos viajes en
balde. La memoria inmediata se ha convertido en una falsa aliada a mis ojos.
Pienso, sin embargo, con claridad sobre
todo cuanto acontece social y políticamente en
mitad de esta pandemia. Pienso que los seres humanos en su mayoría,
estamos ciegos de egoísmo e hipocresía, que solo nos importamos a nosotros
mismos y que la lucha por la
supervivencia traerá desesperación y será despiadada con los más débiles. Ya lo
está siendo.
No pretendo ser la voz de la conciencia
de nadie, ni dar lecciones de moralidad a quienes no las atienden.
Los hombres y las mujeres han llenado
las bibliotecas con pensamientos mejor o peor encuadernados, están al alcance
de cualquiera. Tal vez sería el momento de dejar de producir materiales para
pasar a producir un pensamiento colectivo crítico y emancipatorio que ayudase a
comprender.
Buen ejemplo de coherencia son siempre
Yayo Herrero y Jorge Riechmann, o más recientemente, con savia nueva, María Mercromina.
Por citar solo tres nombres.
Yo solo aspiro a que no se borre mi
consciencia, a que permanezca viva esta memoria de tu presente en mi presente; que
nada quiero ya saber del pasado ni de sueños premonitorios. Mi refugio eres tú.
Como dice un hermoso verso de Edith Piaf: Porque mi vida, mis alegrías, hoy
Fotografía: @Crisangu72 Art Street
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