Al que brilla con luz propia nadie lo puede apagar
Mis
primos Sergio y Toni, mi hermano y yo éramos l@s inseparables, pero aquel
verano mis primos y mi hermano se fueron a pasar las vacaciones a Alcalá de la
Selva y yo me quedé en el apartamento de mi tío Paquito y mi tía Maruja en
Tavernes de la Valldigna, muy cerca de donde, años más tarde, Rafael Chirbes
sitúa su Crematorio.
Eran
días tranquilos de sol y de playa, y aunque para mí era una casa familiar, no
dejaba de extrañar porque era la primera vez que mi hermano y yo nos
separábamos durante tanto tiempo. Debía tener seis años.
Guardo
pocos recuerdos de aquellos plácidos días veraniegos; no sé cuánto tiempo pasé
allí, quince días máximo.
Sí
conservo en la memoria sin embargo, la agradable brisa mediterránea sobre mi
desnudo torso infantil, los castillos de arena sin cubo, el refugio de la
sombrilla tras secarme al sol.
Mi
prima Eva, que llegaba por las tardes y se iba por las mañanas, me preguntó una
noche si quería una ballena para cenar, yo, naturalmente dije que sí,
básicamente por dos motivos: porque tenía hambre y por la curiosidad propia de
quien se sienta a la mesa a comerse una ballena; que resultó ser, ni más ni
menos que pan de hamburguesa con fiambre, al que del primer bocado devoré hasta
la servilleta.
Una
tarde fuimos a recoger a mi primo Francesc a la estación del Norte y se nos
hizo de noche esperando en el andén. De repente descubrí algo completamente
nuevo a mis ojos: decenas de puntitos de luz poblaban las vías del tren -¿Qué
es eso?- Pregunté con gran excitación, ansiando la respuesta a tan bella
incógnita-Son luciérnagas- contestó mi tía Maruja, y la palabra me pareció
incluso más preciosa que su propia existencia.
El
año pasado, tras una comida en familia en El Perellonet, viendo el documental
de la 2 de David Attenborough recordé que había visto uno suyo hacía poco sobre
seres luminiscentes; naturalmente ahí estaban las luciérnagas, y le conté a mi
primo Sergio lo que había aprendido: que todo forma parte de un ritual de
conquista en el que la hembra escoge al macho que brilla con más intensidad,
así de simple.
Ese
fue el último día de verano que pasé con mi primo, el resto es memoria y dolor
reciente. Y, sí, le extraño.
Fotografía: Taller de relato breve de Lady Distopía.
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