Negril


Todo el día escuchando a Bob Marley, al final se me tenía que aparecer.

Fue un concierto de los Wailers en Arena en Fallas de no recuerdo qué año, al que mi amiga Candela se empeñó en llevarme para sacarme de casa porque, a su juicio, ya llevaba demasiado tiempo llorando la enésima ruptura con mi novio de toda la vida.

Me pillaba con dinero en el bolsillo, asi que, ¿por qué no?

En la entrada había una cola dispersa rastafari con muy buen color y muy buen olor; vamos que sin prisa por entrar.

El organizador y presentador del concierto fue Pere, de Jah Macetas, que ahora mismo está a la diestra del Maestro fumándose unos mais.

Candela y su novio prefirieron quedarse en las gradas, pero yo tenía que estar lo más cerca posible del escenario. Aquel rastafari vestido con ceñidos cueros rojos me atraía como un imán; parecía un demonio venido desde Jamaica a cantarnos nuestra propia realidad.

Pronto empezaron las peticiones “Running Away”, gritaba un chaval muy Kaya a mi lado una y otra vez.

Yo, iluminada, justo entre canción y canción dije Africa Unite y se produjo el milagro; a los primeros acordes el chaval me dijo “Joder, nana” y tod@s tomamos la comunión en aquel preciso momento, Valencia acababa de hermanarse con el Caribe y por extensión Haile Selassie, con África toda. Era lo que faltaba para para que aquellos Wailers acabaran su concierto.

Y como el reggae da mucha hambre, ya lo sabes, fuimos a cenar al calor de la luna que esa noche nos guiaba, poco a poco retomamos conciencia de nuestro ser; estábamos extasiad@s.

Con la promesa de Rastaman and Rastawoman vibration caminamos en la negra noche del tiempo con la esperanza de que una noche, otra noche, podamos bailar reggae en la playa.





Fotografía: Art street
@Crisangu72


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