Blade Runner
Recuerdo
todas las sensaciones que me produjo ver Blade Runner en el Metropol en el 87,
año arriba, año abajo. Adaptación cinematográfica de la novela de Philip K.
Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”.
Era
la primera película de Ciencia-Ficción para el recién estrenado mundo adulto
que comenzaba a transitar; atrás habían quedado La Guerra de las Galaxias, El
Imperio contraataca y El retorno del Jedi. Trilogía que ví de estreno desde mi pequeño
mundo infantil en salas comerciales.
Ahora
Harrison Ford y Sean Young formaban la imposible pareja de blade runner y
replicante; y Rutger Hauer nos cortaba la respiración con su monólogo final.
Acababa
de ver una película que estaba dando que hablar en lo cinematográfico, en lo
político y en lo ecológico. Precisamente eso era lo acertado del film, sentar
las bases de las discusiones sobre lo posible y lo inquietante de la
Ciencia-Ficción en el mundo real.
El
barrio al que acudir después era el Barrio del Carmen; en la calle Roteros
había un pequeño bar de cenas de bocata en el que el acorde principal sonaba a
ritmo de jazz: podías pedirte un Charlie Parker o un Dizzy Gillespie, o un John
Coltrane mientras paladeabas el compás de You say tomato, I say tomato
interpretado por Louis Armstrong y Ella Fitzgerald. O podíais ir al Covarubias
si érais un grupo, o a La Marcha a perderte, o si preferías un ambiente para
descubrir un jazz más esquivo y cortar el humo con un machete podías ir al
Lips. El Carmen y sus infinitas posibilidades. Siempre sabías cómo llegabas
pero nunca cómo te marchabas, aunque amanecieras en tu cama algunas veces.
Vangelis
nos sedujo con su delicada música en Blade Runner, y estos días leo un artículo
de un reputado científico que, interrogado por un grupo de poderosos a cerca
del inminente colapso y de si la tecnología avanzará suficientemente antes para
poder escapar a las colonias del espacio exterior, les responde que una buena
alternativa sería comenzar a hacer las cosas de un modo más justo y equitativo
aquí en La Tierra. Naturalmente tal posibilidad no se encontraba dentro de sus
planes.
Nosotr@s,
como en la primera versión de Ridley Scott, nos quedamos aquí, con los pies en
la tierra; ya les pagamos nosotr@s el billete, por eso no se preocupen.
Música: Slow Blues y Autum Leaves.
Fotografía: MercaValencia (La Tira)
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