Paris-Génova
En
junio de 2001 la Cumbre de Jefes de Estado del G8 se reunía en Génova para
confirmar, una vez más, su hegemonía sobre el Planeta; el Movimiento
Antiglobalización, alentado por la respuesta obtenida en Seatle, se preparaba
para una Contracumbre.
Desde
Valencia se organizó un autobús con más entusiasmo que información; sabíamos
que se suspendían los acuerdos de Schengen, por lo que era necesario tener el
pasaporte en vigor. Sabíamos también que los Black Bloc no formaban parte de la
organización, y que los Tutti Bianchi iban a ser su antítesis desde la
No-violencia.
Pero nadie sabía lo que iba a pasar realmente,
nadie pensó que estaba a punto de tener lugar el punto de inflexión de la
Antiglobalización, nunca nos creímos tan peligrosos, nunca habíamos vivido un
estado de excepción, nunca conocimos tan de cerca la fragilidad humana.
Salimos
de allí por los pelos, en la radio del bus entendíamos que los carabinieri
estaban asaltando la sala de prensa en aquel mismo momento; no paramos hasta
llegar a Barcelona, donde compramos los periódicos, no eran buenas noticias:
los Black Bloc habían empañado cualquier noticia que no fuera el caos y la
destrucción.
El
bloque hegemónico del G8 había conseguido su objetivo, deshumanizar un
movimiento que reivindicaba la vida, la justicia social y la libertad frente a
l@s poderos@s. Encontró un@s excelentes aliad@s en aquell@s que declaraban la
guerra a las multinacionales en forma de acción directa y violenta, se lo
sirvieron en bandeja de plata.
Destrozaron
el mayoritario y legítimo derecho a la
protesta pacífica, lo pulverizaron pero no lo mataron, eso no está muerto.
La
ira forma parte de la condición humana, es una reacción primigenia y, para
algún@s, legitíma la violencia.
La
No-violencia sin embargo traduce esta rabia y articula otra respuesta, con un
mensaje y unos resultados diferentes. No se puede leer a un premio Nobel como
Saramago y al día siguiente salir a quemar sucursales bancarias, por muy
imposible que esté el precio de la vivienda.
Al
llegar a Valencia, un amigo que tenía un programa en una radio libre y
libertaria, quería que prestásemos testimonio de lo ocurrido. Yo fui a la radio
pero no pude articular palabra; no pude contar que las mujeres genovesas se
habían organizado en rebeldía frente a la llamada de Berlusconi a no tender la
ropa en los balcones como es costumbre:, durante ésos días camisetas interiores
de hombre y calzoncillos lucieron de un blanco luminoso en los balcones de las
principales calles de Génova.
No
pude contar que Manu Chao organizó y pagó la comida y la bebida de la recepción
de l@s participantes en la Contracumbre.
No
pude contarle que las Madres de la Plaza de Mayo (os amo) hacían censo la noche
del día que mataron a Carlo Giulani, por si había algún/a desaparecid@.
No
pude contar que, en la gran manifestación al dìa siguiente del asesinato de
Carlo Giulani, el calor era tan sofocante que l@s vecin@s nos tiraban agua a
cubos desde sus balcones para referescarnos, para devolvernos el carácter de personas
que nos habían usurpado.
A
pesar de que nuestro amigo tenía la información por lo que contaba la prensa e
internet, nosotr@s teníamos los detalles, teníamos la vivencia, pero aún estábamos
en estado shock y no pudimos contar a pesar de que intentamos saciar la sed de
gran parte de la audiencia.
Veimte años después la suma de mis tangos me
lleva a Chile, Barcelona o Paris; l@s herid@s, violentad@s o muert@s han
aumentado considerablemente desde Génova.
En
Chile, Piñera insiste en su legitimidad democrática, en Barcelona no se sabe
quién pega más fuerte, si los mossos o los antidisturbios, y en Paris anuncian
la retirada de la edad de jubilación propuesta por Macron en la última reforma
laboral.
¿Son
atribuibles estas victorias a la vanguardista intervención de los Black Bloc, o
más acompasadamente a la vertebración de la sociedad civil, los sindicatos de
clase y los partidos políticos de izquierda?
Sinceramente,
creo más en la segunda opción, aunque no esté de moda.
Fotografía prestada de Marc Peris.
Instagram: @soma.marc
Fotografía prestada de Marc Peris.
Instagram: @soma.marc
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