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L'Ateneu Russafa o Amanece que no es poco

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L’Ateneu Russafa o Amanece que no es poco L’Ateneu Russafa se gestó en la década de los noventa en la calle Literato Azorín y vió la luz en la calle Dénia 67 en unos meses. Valencia era una ciudad que despertaba del puritanismo provinciano, y lo hacía poco a poco, tras un letargo intermitente en el que los intersicios iban a ser determinantes en la construcción de un espacio con vocación de barrio y de vanguardia, nada menos. La planta baja era propiedad de un carnicero y en ella se había alojado hasta no hacía mucho el casal de la falla Dénia-Cuba. El edificio tenía posibilidades ya que contaba con barra, lavabos y escenario con foso incluído. Las labores de rehabilitación se establecieron en domingos rojos y los miércoles por la tarde tenía lugar la asamblea. Como el planteamiento para subsistir y dar contenido a tan magno espacio consistía en celebrar conciertos, cuánto más etílicos mejor, les dió por inaugurar un sábado a mediodía con cous-cous y performance

Primavera y agujetas

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Primavera y agujetas Tenía un trabajo y una casa, además era joven y bonita; iba a salir un sábado por la noche con una amiga por primera vez, mucho tiempo después de su divorcio. Así que a las siete empezó la tarea, su mente ya estaba dispuesta, quedaba arreglar el cuerpo, que a esas edades, todo sea dicho, tiene poco que arreglar. Estaba imponente: lencería cómoda pero sexy y un cuerpo para el vicio. Con su amiga, curtida en mil batallas más que ella, de las copas pasaron a la cena y del postre de nuevo a las copas, y como por una ley natural se encontró en la barra de un after pidiendo un Gin Tónic y entablando una breve cnversación con el chico que estaba acodado a su lado. Él preguntó: - ¿Eres amiga de Candela? -Sí, he venido con ella, está por ahí. -¿Nos vamos? Así, la conversación de ligue más corta de la historia le condujo al polvo más largo de su vida. Al principio torpemente, iniciando el reconocimiento del otro cuerpo; con prisa salva

A poqueta nit

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Pero yo no sabía que el barro podía ser luminoso.                                                                      (Eduardo Galeano) Ahora que el sol da una tregua me siento en una silla en el balcón con vistas a la huerta y evoco el día a punto de concluir. Hoy se ha jubilado Paco, Paquillo para l@s amig@s. Había en el aire un ambiente triste, porque cada vez que un Paquillo se jubila el mundo pierde calidad. Maestro cercano a la Renovación Pedagógica en la Paterna gris, realmente gris de los 50, ha habido en su parlamento palabras para la nueva generación de maestr@s, Ha hablado del oficio, de la vocación, de que si hay alguna profesión que te tiene que gustar por encima de cualquier otra es esta ; ha dicho que el/la maestr@ no se hace, se nace. Y muchas cosas y muy bonitas más. Y así, brindando y bebiendo con cava nos hemos dado cuenta del pedal y de la hora que era, y hemos puesto punto y seguido a esta jubilación de un maestro de pueblo, pero no de la Educaci

¿Qué puedo decir?

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Amanecía. fue casi el polvo del año; si él, en vez de llevar moto hubiera llevado coche, de seguro hubieran consumado. Estaba bárbaro, pensó ella despidiéndose ya mentalmente de aquella agradable compañía. Quedaba el ritual de vuelta a casa, la despedida, él: quiero volver a verte, ella: trabajo en la calle Dénia a partir de las siete. Había sido amor a primera vista, unas horas antes él era el espectáculo en la despedida de soltera de una buena amiga. Tenía algo especial al resto del alegre desfile, algo en su expresión que iba más allá de un trabajo, había brillo en sus ojos y ese brillo la invitó a un cubata y al resto de su vida. Ella tomó solo una parte, la de la noche. No quiso reconocerle al día siguiente. Fotografía prestada de Marc Peris.  Instagram: @soma.marc                                                                            

De vuelta al barrio

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De vuelta al barrio El móvil estaba puesto sobre el libro de manera que no podía leerse ni el título ni el autor; él hizo un tímido intento de descubrir el misterio, pero no se atrevió en primer término. La conversación prosiguió en el grupo, así como la ingesta de cerveza; ella observaba divertida cómo la curiosidad aumentaba en él hasta que, finalmente, se decidió: apartó respetuosamente el móvil y el libro se reveló. -No he leído nada de él. -Yo he leído “Tokio Blues” y ahora éste, es un libro de relatos, pero hay que parar, Murakami es muy denso. Él escuchaba atentamente mientras sostenía el libro y pasaba ligeramente las hojas hasta dar con el punto de lectura, que también curioseó detenidamente. Se dió por satisfecho. Ella también. “Sauce ciego, mujer dormida” de Haruki Murakami. Maxi Tusquets editores.* *Nota de la autora para curios@s. Fotografía: Calipso, Platja de Almardà.