Confluencias

 

-Menuda semanita- pensó mientras metía la llave en la cerradura de su nueva casa; la que hacía número trece y que esperaba fuera la definitiva. Había sido nómada sin proponérselo a lo largo de toda su vida, en su cabeza sonaba la canción de Franco Battiato “caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo, la encontrarás al final de tu camino”.

Una vida no exenta de sinsabores, pero también con no pocas etapas plácidas y felices.

Había conocido el amor y el placer juntos y por separado y ahora que ya tenía en la mirada más cercana la contemplación de la vida que su participación activa, había decidido, sin embargo, enfrentarse a un nuevo proceso de decoración para poder llamarlo hogar. Atrás quedaban meses de interminable reforma y un largo y tórrido verano que no hacía mas que confirmar cada día con inexorable exactitud el cambio climático tantas veces advertido por la comunidad científica, tantas veces ninguneado.

Se propuso comenzar por abastecerse de los útiles necesarios para disfrutar de una buena infusión durante los meses de otoño que empezaban a asomar en sus huesos; para ello su lugar de referencia era una pequeña tienda local dedicada a tales menesteres y que tras más de una década ubicada en una pequeña y céntrica calle peatonal de la ciudad, había mudado su dirección, no sin cierta congoja, para mejorar la calidad de la atención al público. Una nueva etapa coincidía pues para ambas partes con un nexo común.

Compró Green Chai BIO, “una infusión mezcla inspirada en el masai chai”; una taza Tulipán Blanco y una tetera del mismo modelo también blanca, una lata Round Rojo, unos filtros de papel para taza y un frasco de miel de romero que le ayudaría a transitar esa nueva enfermedad detectada en los últimos análisis rutinarios.

Estaba rendida, los viajes a la capital cada vez le fatigaban más, pero estaba satisfecha. Dejó la compra en la cocina y se dio una ducha relajante antes de zambullirse de lleno en la cama.

A la mañana siguiente gozaría de una vigorosa infusión revitalizante y continuaría con la relectura, diez años después, de Los hombres que no amaban a las mujeres.



 Fotografía: La petite planèthé                                                                    


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