Tía, eres tan bonita
No sé si sabías jugar al
ajedrez, creo que una vez me dijiste que sabías mover las fichas.
Beng Ekerot siempre gana la
partida y tú ya habías movido tus fichas sin resistirte, asumiendo el final del
combate sabiamente: esa es la gran victoria.
El año pasado, aún viviendo yo
en Valencia me hiciste en patrón de un vestido que no está concluso, pero que
es de color blanco, que es la ausencia de los colores y es el luto en el rito
islámico.
Me invitaste a comer y estuvimos
hablando en la sobremesa de tus memorias de infancia, de la Guerra, de cómo tu
madre, la tía Leonor, os iba adelantando a pequeños pasos a vosotr@s y a
vuestra maleta camino del andén que os había de llevar a destino, Cuantísima
gente desbordando los vagones.
Más adelante la abuelita
Pilar, que te acogió como a una hija y que juntas desplumabais el pollo para
que el abuelito se luciera haciendo la paella cuando había motivo de
celebración.
Pueblo, huerta y vida.
El vestido también fue motivo
de remembranzas, cuando ibas a los escaparates a copiar, como buena modista, el
patrón del modelito en cuestión para los niños y como con el correr de los años
le hacías los vaqueros a Eva para que partiera con la pana americana en la
Facultad de Medicina.
Eras maestra en el mejor
sentido de la palabra, siempre elegante en las formas, siempre atenta al
detalle.
Me enseñaste la belleza de las
cosas nuevas a mis ojos, a desarrollar el gusto por el paladar, a explorar en
los intersicios y a rechazar autores cargados de tópicos como posibles lecturas
-Soy muy lenta, no tengo tiempo que perder- argüía yo.
Sé que estoy disculpada si esta tarde no acudo a tu despedida más íntima, sabes que no estoy haciéndome la sueca.
Nos vemos en la próxima partida.
Un beso.
Fotografía: Carles Duro
Lo dicho, una artista 😍
ResponEliminaEres una artista 🥰🥰
ResponEliminaMuchas gracias, Quille. Me ayudan y me gustan mucho los comentarios 😊
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