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Al que brilla con luz propia nadie lo puede apagar

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Mis primos Sergio y Toni, mi hermano y yo éramos l@s inseparables, pero aquel verano mis primos y mi hermano se fueron a pasar las vacaciones a Alcalá de la Selva y yo me quedé en el apartamento de mi tío Paquito y mi tía Maruja en Tavernes de la Valldigna, muy cerca de donde, años más tarde, Rafael Chirbes sitúa su Crematorio. Eran días tranquilos de sol y de playa, y aunque para mí era una casa familiar, no dejaba de extrañar porque era la primera vez que mi hermano y yo nos separábamos durante tanto tiempo. Debía tener seis años. Guardo pocos recuerdos de aquellos plácidos días veraniegos; no sé cuánto tiempo pasé allí, quince días máximo. Sí conservo en la memoria sin embargo, la agradable brisa mediterránea sobre mi desnudo torso infantil, los castillos de arena sin cubo, el refugio de la sombrilla tras secarme al sol. Mi prima Eva, que llegaba por las tardes y se iba por las mañanas, me preguntó una noche si quería una ballena para cenar, yo, naturalmente dije q

Sexo y literatura

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Recuerdo que iba con Sexus de Henry Miller a todas partes, la edición de bolsillo de Alfaguara violeta y gris; un libro aparatoso que exigía bolsos enormes para transportarlo en el metro y en las juergas que nos corríamos ya en Valencia.  Daba igual que fuese mediodía o por la noche, yo siempre aprovechaba la ocasión para adelantar unas páginas y aplicarlas a la vida real. Follábamos mucho en aquel entonces, y Henry Miller propiciaba el clima. Yo entonces salía con un cronopio que tenía una polla descomunal y muy bien circuncidada. Chica, daba gozo verla Iniesta, siempre a punto para pegar un polvo. Ésa polla no me era fiel, o era fiel a su modo; el caso es que me daba igual, como me dan igual ahora los amantes infieles de cualquier época. Me importan tres cojones. Me importan mis recuerdos, me importa mi primo Sergio.  A ti te conocí un instante y fue bello; nada comparable con un hermano al que la vida ha tejido en las entrañas de la infancia. Ahora mism

Negril

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Todo el día escuchando a Bob Marley, al final se me tenía que aparecer. Fue un concierto de los Wailers en Arena en Fallas de no recuerdo qué año, al que mi amiga Candela se empeñó en llevarme para sacarme de casa porque, a su juicio, ya llevaba demasiado tiempo llorando la enésima ruptura con mi novio de toda la vida. Me pillaba con dinero en el bolsillo, asi que, ¿por qué no? En la entrada había una cola dispersa rastafari con muy buen color y muy buen olor; vamos que sin prisa por entrar. El organizador y presentador de l concierto fue Pere, de Jah Macetas, que ahora mismo está a la diestra del Maestro fumándose unos mais. Candela y su novio prefirieron quedarse en las gradas, pero yo tenía que estar lo más cerca posible del escenario. Aquel rastafari vestido con ceñidos cueros rojos me atraía como un imán; parecía un demonio venido desde Jamaica a cantarnos nuestra propia realidad. Pronto empezaron las peticiones “Running Away”, gritaba un chaval muy Kaya a

Blade Runner

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Recuerdo todas las sensaciones que me produjo ver Blade Runner en el Metropol en el 87, año arriba, año abajo. Adaptación cinematográfica de la novela de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Era la primera película de Ciencia-Ficción para el recién estrenado mundo adulto que comenzaba a transitar; atrás habían quedado La Guerra de las Galaxias, El Imperio contraataca y El retorno del Jedi. Trilogía que ví de estreno desde mi pequeño mundo infantil en salas comerciales. Ahora Harrison Ford y Sean Young formaban la imposible pareja de blade runner y replicante; y Rutger Hauer nos cortaba la respiración con su monólogo final. Acababa de ver una película que estaba dando que hablar en lo cinematográfico, en lo político y en lo ecológico. Precisamente eso era lo acertado del film, sentar las bases de las discusiones sobre lo posible y lo inquietante de la Ciencia-Ficción en el mundo real.   El barrio al que acudir después era el Barrio

Educación Infantil

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Tenía la capacidad de abstraerse pero sabía también que podía distraerse con una mosca que pasara. En el colegio donde trabajaba como conserje era famosa por su eficiencia y su capacidad de concentración. Era un ejercicio que todo el personal debía practicar si quería conservar la cordura; tant@s niñ@s a l@s que educar en un edificio tan antíguo y con los techos tan altos requería de la mayor de las vocaciones y la mayor de las disciplinas, por eso era fundamental que el personal docente y no docente estuviera en buena sintonía; para poder crear magia, para conseguir que tod@s aquell@s niñ@s olvidaran sus propios problemas y sintieran que en su cole pasaban cosas buenas. Eran, en su mayoría hijos de cien inmigraciones, del perpetuo cuarto mundo y del rencor de clase; así que allí había un trabajo que hacer. Las maestras se afanaban en conseguir sus objetivos curriculares siquiera fuese testimonialmente; ella se propuso hacer habitable aquella cochambre heredada de las E

Transiciones

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Dos de ellas, que se habían hecho amigas cantando a Nino Bravo en la puerta del pub donde solían quedar en el pueblo, no pudieron reprimir la respuesta a unos chicos que, al atardecer en la playa de Dénia, intentaban ligar con ellas: -¡Qué romántico, ni qué romántico! Los chavales optaron por la retirada. Desde luego no se lo esperaban. Ellas dos eran las más punkis del grupo; una llevaba el pelo al 2 y de color rojo, la otra tenía una actitud ante la vida decidida y firme. Todas, las seis, habían acordado tener un fin de semana sólo de chicas porque estaban saturadas de los fines de semana en pareja, porque se conocían unas por otras y querían conocerse mejor, porque eran jóvenes y libres en aquel camping que ocuparon como si no importara nada más en el mundo que formar parte de ése grupo en ese preciso momento. Algunas porque tenían ya novio formal, otras porque lo habían dejado, otras porque no lo encontraban y otras porque no lo buscaban; lo cierto es

Familia

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A Pepe, mi padre. Cuando una desgracia pesa sobre un país, siempre, en lo primero que piensas es en la familia. Por eso mi abuelo, que pasó cinco años en una cárcel franquista por mantenerse fiel a la República, sólo pensaba en nosotr@s y en tenernos a tod@s lo más cerca posible; por eso cada viernes se organizaba la reunión familiar en su casa: una cena en la que cada mujer traía algo hecho de casa para compartir entre tod@s. Mi madre siempre hacía una tortilla de patatas de diecisiete huevos, y siempre tenía que salir mi tía Pilarín (te amo, tía) a decir que guardáramos un poco para Gabriel, que llegaba más tarde, porque siempre se acababa. En los momentos de los preparativos, mi prima Eva, estudiante de Medicina, nos reunía a nosotr@s, l@s pequeñ@s en una habitación y cada viernes nos contaba una parte de la Odisea de Homero: los doce trabajos de Hércules, Circe, el cíclope Polifemo, el regreso de Ulises. Argos, Penélope y Telémaco. También había mucho interés en